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decime eso que me ibas a decir, querido alguien, aunque vos digas que no tiene sentido, que no querías, que son cosas sin sentido, que hubieras querido callarte. Pues, amigo, mantenés mi vigilia en vilo y mi esperanza no tiene límites. Espero esas palabras como espera uno a la muerte o al amor; mirando estúpidamente en algún mañana. Mientras permanecemos anclados, porque el tiempo no da tregua y nuestra gente se distrae y se destruye y ya no hay tiempo. Es que el andar de lo cotidiano se cuela sutilmente entremedio de todo y encontrarse ahí es, no sé... insoportable, la información aplasta, confunde, que se vaya todo a la puta que lo parió a veces. Pero pertenecemos al tiempo, no? pese o no, qué puedo pensar?. Somos carne, somos antagónicos, la materia de la antimateria, acá en la tierra. Y la carne se pudre entendés?, qué sé yo, la puedo oler a veces, la siento acecharnos cada tanto, cuando la muerte camina cerca. Y pararlo es la meta última (al tiempo digo), quizás frenarlo un instante, mirar detrás de él, por sobre sus hombros, detenerlo, que sea más, que sea eterno.
   Para cualquiera que se esté buscando donde yo me busco y vos también, vale la pena perder el tiempo así. Es que sabrás ya, que los buscadores acaso no buscamos, esa es nuestra verdadera fuente de poder, nuestra gran contradicción, la gran mama de la que mamamos. Y es también el final, es el último acto total. Nos vamos a pudrir, y hay que partir es pared espiritual que nos separa del mundo. Y sabrás también, que hay una dimensión que se está abriendo, que estamos abriendo entre todos, lenta pero inexorablemente, con toda el alma. Porque no somos tantos pocos, mirá alrededor y decime. Las paredes hablan. La mirada de la gente grita. Seremos cada vez mas, te lo aseguro aunque colapse todo a la mierda. vos me entendés


Tras bambalinas