Cabo de Hornos


   No hay más que decir. La jungla avanza y llega al borde, sobre el farallón gestado en la costa. El faro albirrojo ilumina y desviste los árboles que dudan sobre la cornisa. Limpia la noche y se vuelve a esconder.
   El maniático mar, que se come hasta la roca, tiene paciencia. La tierra le es dura pero estática.
    - y si me devora el mar? a dónde me llevaría?  
   Insiste en mostrarme sus profundidades. Aún me paro en la costa a desafiarlo, a desafiarme a mí.
El viento no amaina nunca. El mar desespera, se siente, y ruge más fuerte. Se agita y a veces consigue agarrarme de los pies. Con cada impulso, una ola estalla en la arena.
  Entonces camino por la playa y veo los cuerpos de focas y ballenas abatidas. No demasiadas, solo algunas pocas, las necesarias. Y me pregunto si la tierra las llamaba como me llama el mar a mí. Ahora.


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Tras bambalinas