no conozco la muerte
ni la recuerdo si así 
debiera ser.
no sé si es un perro maldito ladrándole a una puerta
el sol eterno brillando detrás de un bosque impenetrable.
una palabra
o una puta joda.

quizás sea la intersección de infinitas dimensiones.
una lotería de realidades.
el ingreso constante y perpetuo al ciclo infinito de la vida 
en sus incontables formas, matices y colores.
solo otra realidad
no más ajena que ésta, no más hermosa ni más barbárica.
otro peldáneo
en-la-escalera-en-espiral 
que serpentea 
alrededor, dentro y fuera de mí.

o

quizás no sea nada,
quizás sea la nada misma. trágicamente coherente.
perpetuamente alterada por el capricho de una inteligencia oculta 
e incognoscible
sin fines, sin propósito alguno mas 
que el de conocerse a si misma,
probarse en cientos de escenarios
bajo miles de formas
detrás de millones de rostros.
solo porque sí.
porque puede
porque es dueña de su alba y de su ocaso.
quizás espera
que algún dia la encontremos
porque sabe
que la buscamos
(porque se busca a ella misma)
con la sed del desierto
y la fuerza del cosmos.
así
de a uno
la vamos a encontrar
a la maldita
aunque nos matemos en el intento




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Tras bambalinas