Guiso de ladrillos

  Conozco un lugar donde la muchedumbre se viste de todo y se alimenta de nada en tanto el andar cotidiano se descarta como un envoltorio de alfajor.
   Los días se compran en una librería o se agarran gratis del mostrador en una carnicería. El hoy es un número en el calendario de la cocina. El lápiz que cuelga de un hilo oficia de verdugo a la espera de lamerle la cara y arrinconarlo en la sombra, para siempre en el olvido. Unos centímetros al lado, el cuadrado en blanco… el mañana, otro número será.
   Los fotomontajes retorcidos le queman las neuronas a cualquiera que no sepa ver y la caja plástica está llena con promesas de nada y de respuestas sin pregunta. Dentro, las estrellas sin luz se parten la cabeza y se degradan mutuamente, mientras los espectadores pudren lentamente su existencia en un sillón.
  Las combinaciones del alfabeto atropellan el tímpano de los más discretos y provocan huelgas masivas de diccionarios en todos los estantes de casa y bibliotecas públicas.
  Los árboles, cansados de ser reprimidos y vistos como objetos de decoración, se levantan contra el tirano bípedo. Revientan sus autos y parten sus veredas; derriban alguna anciana con suerte e impiden a los ciclistas la vía libre. Las enredaderas se organizan en patota para tirar abajo algún alambrado, las más audaces quieren colapsar las paredes de los edificios.
  Venas de cobre y plástico se extienden por doquier en el espacio, en árboles sin vida, muros mugrientos y batidoras, donde sea… parten el cielo en mil pedazos mientras el Ratón Pérez juega a la cuerda floja. En su interior corre la sangre de una ciudad en crecimiento, descontrol.
  Los libros vuelan por los aires en una migración fatal y los ojos rojos lloran cristal líquido.
  Bolsas decoloradas vagan por las calles y se creen reinas de todo. Aprovechan las inundaciones para surfear al mejor estilo californiano y cuando el tiempo es propicio planean sobre los autos, bien arrogantes miran y tapan las alcantarillas si algo no les gusta.
  El horizonte chorrea edificios de humo y convierte el paisaje en una olvidable fotografía en blanco y negro. El aire huele y suena a combustión interna.
  Las hormigas se pasean vestidas de traje y corbata. Cargan pesos muertos sin cuestionar.
  Nace una flor para decorar alguna mesa y un pájaro se presta para decorar algún museo.
  La Sonrisa salvaje es una especie en extinción. La doméstica no es más que eso. Alguna con suerte se escapa y sale a mendigar un chiste por las calles.
  Los prejuicios son el plato del día. El Amor se mantiene en el anonimato y la Pasíon se inmola en algunos corazones. El Coraje, aguarda tranquilo el momento de ensartarle la espada en el pecho a la Cobardía mientras el Error y el Fracaso, maestros de la Experiencia y los padres del Éxito, son ignorados abiertamente y nadie quiere tenerlos en su mesa.

mente demente

  La demente… Siempre está escondida en mi sombra, arrastrándose como un roedor, reptando silenciosa esperando el momento justo para levantarse y decirme al oído esas palabras vacías e irracionales que ya estoy cansado de oír. Pero que siempre me paralizan los músculos, me frenan en seco contra mi voluntad y me hacen dar un paso atrás, dudoso, hasta que el momento pasa escurriéndose entre las grietas de la inseguridad. Entonces vuelve a las sombras y me deja parado, trémulo de ira, con el recuerdo amargo de lo que pudo ser y esa sensación familiar, de vacío insoportable, impotente, derrotado. Dentro de mí, el fuego remplaza la sangre que corre por mis venas. Me quema por dentro y carboniza lentamente los últimos vestigios de decisión y determinación que antes colmaban mi alma. Quiero ponerle fin, ignorarla eternamente.  
  Sé que no tiene razón, mas siempre logra detenerme. La siento levantarse, implacable , la veo venir de reojo y comienzo a ceder, hasta que cierra ante mí las puertas del horizonte, sin permitirme siquiera escalar sus altas montañas ni recorrer sus profundos valles. Sin nada que decir me quedo de pie del lado de la puerta que no quiero ver.  Entonces la miro reflejada en mis ojos, negra como la brea y entiendo que tengo que dejarla hablar, nomas, debo dejar de escuchar las locuras que me dice, esas palabras carentes de razón e ideas sin imaginación y demostrarle que estaba equivocada, que no la necesito y que ya no voy a dejar de caminar. Dispuesto a todo voy a recorrer el horizonte ante mí y nada me detendrá jamás.

  Lograré que el fuego, aquel que me consumía, avive las llamas de mi voluntad y determinación. Los vientos,  que antes me hacían entrecerrar los ojos, se convertirán en tempestades a mi favor, barrerán con todo adelante y me impulsaran hacia los confines de mi ser. Ese día, el sol llegará a su cenit, entonces las sombras desaparecerán y podré, por fin, verla a los ojos mientras las puertas ceden ante mí.

En la ruta.



  Una vez sentado arriba del equino metálico, cual corsario en batalla, salgo al sendero gris que  comienza a escurrirse por debajo. Sus irregularidades, se funden en una línea continua y fugaz, mientras el mundo gira sin control allá abajo.
Solo hay silencio, uno raro y particular, uno que llena el alma, el más cálido de todos.

  En el instante que comienza, todo deja de ser importante. Los excesos quedan atrás. Las preocupaciones, estériles, se evaporan sin dejar rastro. Oxigeno el fuego que nace en las profundidades del alma y que le da calor a mí existencia. Lo saboreo. Nada es capaz de hacer parpadear la llama, ningún ser, ni el más tempestuoso de todos. En ciertos momentos el fuego crepita chisporrotea se queja, pero nunca se apaga.
  Nada como el zumbido somnoliento del caucho discutiendo con el asfalto en esa lucha cíclica e interminable de fuerzas pares y opuestas. El olor de la maleza seca y el perfume de los cardos traído por algún viento errante y solitario. La mirada clavada en el paisaje a la espera de cada bajada y transpirando en cada subida. Las piernas que piden descanso y el corazón que no da tregua.
  No es para nada monótono... en ningún momento es aburrido. Simplemente no hay tiempo para eso.
  Es como una lucha de titanes: las fuerzas de la gravedad y la voluntad, el cansancio y la determinación en constante combate. 


  Con los elementos a mi favor, el viento me impulsa adelante en tanto me susurra palabras de aliento y no me deja desistir. La tierra me mantiene firme y seguro, sin dudas, por sobre todo. El agua me aclara la vista, me llena de vida y el fuego  me mantiene en movimiento, calienta el aire a mí alrededor y eleva mi imaginación, droga mi mente y me llena de valor.
  Ya nada importa. Entonces me encuentro conmigo mismo y juntos exploramos el horizonte.



Cuestión de coraje

caminando el camino . evito lo inevitable y acepto lo inaceptable
me empapo de coraje
me sumerjo en el quilombo
nado en la situación
                 veo la orilla del desenlace
                                       hago pie en el problema
                                                        me paro  
                                                                       Y
                                                                          salto al camino

Vientos de cambio

  Capaz pase, en las tardes de nuestros días y sin previo aviso, que las nubes del cambio se condensen sobre nuestra existencia. 
  Un vendaval revolverá el éter a nuestro alrededor y nos extraerá de cuajo, por las buenas o por las malas, del suelo que pensábamos, era firme como el granito. Entonces lo que éramos y creíamos, se lo lleva el viento. Hay que volver a echar raíces, ahí, en las tierras donde nos dejó el temporal y volver a florecer.
  Y es que no sabemos por dónde va a soplar el viento mañana. No hay pronósticos por acá.
Ahora somos alguien, ayer fuimos otro y mañana seremos alguien más.

yo invito

derrapando en los límites de la cordura       
                                  por las banquinas
                                                          paseo
                                              . observando las vidrieras                            
                                                           me encuentro del otro lado              
                                                                   . entonces entro                                       
                                                                              y me invito un café

Tras bambalinas